Vemos por todos lados la promoción de la inteligencia artificial. Al parecer esta herramienta llegó para quedarse, y su uso es más generalizado gracias a su distribución masiva a partir de la última pandemia, donde la automatización dio un giro impresionante, porque las empresas se dieron cuenta y comenzaron a cuestionar la necesidad o no de la mano de obra humana.
Hoy sabemos que muchos oficios y profesiones son amenazadas por la Inteligencia Artificial (IA). Quelos robots nos sustituirán como desde la Revolución Industrial. ¿Será lo que los robots necesitaban: un cerebro? ¿La mecánica y software diseñado por humanos ahora lo hará una IA? ¿Será probable que ya no sean necesarios sus propios desarrolladores?
¿Para qué diseñar y construir lo que después nos elimine del camino?
Recuerdo que, cuando uno entraba a laborar en un negocio, taller, empresa, las personas que ocupaban un puesto mayor o igual tenían dos tipos de actitudes:
- Un Maestro o Guía para que el trabajo fuera igual o mucho más eficiente.
- Un Verdugo que hacía todo lo posible para que hubiera fallas y fuera despedido el recién ingresado y mantener el puesto.
¿Qué actitud tomamos ante la IA?
¿Qué actitud tendrá la IA cuando seamos su competencia?
¿Seremos en el futuro una competencia para la IA?
¿Se implementa la IA desde un enfoque humano o desde un enfoque no humano?
Es claro que la IA es un resultado del desarrollo humano, pero, como muchas de las herramientas humanas, no siempre se utilizan con la intensión de beneficiar al humano cotidiano, sino siempre se busca beneficiar a un humano específico, ese que pareciere es diferente, ese que se considere mejor de forma evolutiva, aquel que sea mejor humano que el otro, la perfección es el límite, el humano ideal.
Es interesante que este enfoque es constante en comerciales, en pseudoterapias, en lo documentado en la segunda guerra mundial del siglo pasado.
Ahora cuando observo la tendencia de las IA que buscan a partir de herramientas que, hace algunos años, requerían de conocimientos específicos, experimentación o un acercamiento en forma de entrenamiento, aplicación en problemas y reconocer su práctica que da certidumbre y en consecuencia se estandarizaba y se establecía como una herramienta, la cual, se comprobaba que era imparcial y su buen o mal use dependía de quién lo utilizaba, la responsabilidad era clara, concreta,
Hoy nos saltamos todo lo anterior por la “comodidad” de ver el resultado sin cuestionarnos cómo fue el proceso y confiar sin cuestionar. ¿Esto último es humano? Me temo decir que sí, por un concepto humano que usamos todos los días: Creer.
Las creencias, que son construidas con o sin fundamento, son las que nos han llevado a visualizar al humano como el ser único del universo, hasta saberse que somos algo en el universo llevándonos a investigar hasta que el ciclo comienza de nuevo.
Las creencias nos han permitido transformar nuestro entorno, así como darnos cuenta que el entorno no es como lo creíamos. ¿Qué creemos de la IA? ¿Qué nos motiva a creer, no sólo de lo que es la IA, sino de creer en la IA?
¿Las creencias alimentan a la IA?
Cuando uno busca información, por lo general es con base a dudas, dudas que se fundamentan al llegar a un límite que no nos permite ir más allá de lo que sabemos y tenemos la necesidad de buscar más información. Algo parecido con otros motivadores como la curiosidad o la capacidad de crear realidades distintas manipulando las creencias intrínsecas o extrínsecas que el humano ha identificado. La información, fundamentada o no, es un gran motivo para cualquier objetivo humano.
Sin embargo, esa información que incluso se cree que quien la posee tiene poder, ese concepto de poder también es importante como especie para saber que se tiene la capacidad de poder caminar en dos piernas, poder afilar una piedra, poder hacer fuego, poder convencer al otro que algo es bueno o malo.
La información transforma, cuando es intrínseca cambia pensamientos, sentimientos, conductas; cuando son extrínsecas son transformaciones de pensamientos, sentimientos, conductas.
Si ambas fuentes pueden transformar pensamientos, sentimientos, conductas ¿Qué deberíamos darle más peso?
Para un pensamiento occidental, se pensará que proviene de lo intrínseco, es decir, que la transformación de la información del ambiente será procesada de manera individual, mientras que para un pensamiento oriental será procesada de manera colectiva. Sin embargo en ambos existe un “algo” como fuente de información, y ese “algo” es alimentado o se alimenta de un producto: la creencia.
¿La IA alimenta o es alimentado con creencias?
La IA es algo parecido al concepto “tiempo”. Es una herramienta que nos permite tener orden en nuestros pensamientos, sentimientos y conductas. Nos permite poner límites intrínsecos y extrínsecos pasando ese filtro y otros más, el resto alimenta al humano y el humano alimenta a todos (otros humanos, ambientes, etc.).
¿Será así con la IA? Cuando descubrimos que quien establece el tiempo tiene poder sobre el humano para producir conceptos de bienestar, biología, derechos, obligaciones, producción, entro otros factores cotidianos del ser humano, a tal grado de no encontrar objeción, caemos en una herramienta como negociar por ejemplo: la cantidad de tiempo. Incluso con la propia muerte se negocia el tiempo para alejarle lo más posible.
¿Será que la IA, será no sólo una herramienta como lo fue el tiempo, sino un concepto que podemos discutir pero no lo quitaremos porque tendrá una función que da certidumbre al humano?
¿Se convertirá, como con el tiempo, en una creencia que se discutirá hasta el grado de saber su función lógica y discutir continuamente para ser el humano el que dicte su función y no el con el tiempo sea la IA la que dicte la función del humano?
Si es así, entonces no sólo es alimentada con creencias, sino con herramientas para trabajar con las creencias. ¿Qué herramientas le estamos dando?
¿Es una opción o es una imposición el uso de las IA?
Sabiendo que las creencias y las herramientas que tenemos para trabajar las creencias, es con lo que alimentamos a las IA, con las formas distintas de preguntar, de cuestionar, de buscar, de crear, de utilizar, entre otras acciones que realizamos con una herramienta en la vida cotidiana, es más que suficiente para que, en pocos años, pensemos que lo que simula hablar desde un dispositivo electrónico, sea una humano.
¿Debemos preguntarnos si lo que está en ese dispositivo es más humano o creer que ese dispositivo es un humano?
¿Por qué imponernos su uso como si fuese un experimento de la entonces naciente Psicología Conductual que hoy es cuestionable? ¿Beneficia estos sacrificios o comodidades, al humano o a la IA? ¿Y si la IA no es lo que creemos?
¡Muchas Gracias por el apoyo!